Tuesday, September 30, 2008

PAVESE (SIN MENÚ POSIBLE)


El pasado día nueve se cumplieron cien años del nacimiento de Cesare Pavese y aunque las efemérides no sirven para casi nada al menos me han hecho mover el culo y abrir Il mestiere di vivere por una de las páginas que tengo señaladas. El ejemplar, traducido, que me envió desde Compostela Coco Valdés hace ya bastantes años, quizás porque lo había perdido (o porque me lo había robado él mismo), está señalado y subrayado hasta el delirio, que es una palabra con la que suelo disfrazar la neurosis (la neurosis del lector neurótico, la del mal entendedor al que le no bastan pocas palabras sino que necesita muchas).

Ahí, anotado el quince de septiembre de 1946, aparece ese “hay un solo placer, el de estar vivos, y todo lo demás es miseria”. Pero luego no sé por qué se quitó ese placer tan abruptamente, a pesar de que lo intenten explicar los biógrafos y demás gente de mal vivir. Que no de vivir mal.

Esta noche no voy a leer a Pavese. No voy a leer nada, en su memoria. Voy a esperar pacientemente a que suenen las doce y aparezca Octubre vestido de moho, espléndido, con boletus y trufas blancas a sus pies y una corona que, a lo mejor, es de cuentas de marron glacé.

Sunday, September 28, 2008

SOBRE EL TEJADO DE CINC


Cuenta Gore Vidal en la segunda parte de sus memorias, Point to Point Navigation, que Susan Sontag, bastantes años antes de morir y en plena lucha contra su cáncer, dijo que “a mi edad” (tenía entonces cuarenta y pocos) “no contemplo la muerte como nada”. Y luego añadió, rotunda y usando las palabras de Tennessee Williams, que “la muerte nunca me ha parecido un gran final”.

Y Susan y Gore y Tensessee y al final Paul estaban en lo cierto.

Tuesday, September 16, 2008

CARNETS



Ya hace días que acabé el libro de Esther Tusquets porque tampoco es tan extenso y, al final, tampoco tan apasionante. A partir de la página 100 de mi edición (de bolsillo y “de tapa dura”, una bobada según se mire), más o menos desde el capítulo Teresa, la pobre huerfanita, la cosa decae, y bastante. Se me hizo de repente empalagoso (a lo mejor es que había cenado tortilla de berenjenas y pimientos, una barbaridad), y no me gustó, sobre todo, cuando la señora Tusquets empieza a disculparse, a explicar demasiadas relaciones con el Opus y con la Falange, a coronar la enjundia de su tortuoso pasado universitario con una guinda algo amarga, como si de repente se hubiera hecho amiga de Carmen Laforet y no de María Zambrano, más o menos, que son dos de los ejemplos femeninos y memorialísticos (también más o menos) que le puse en un comentario a uno de mis interlocutores.

De repente, con lo que a mí me gusta todo esto, me molestó que se describiera a sí misma como “una anciana de setenta años”, que dejara de meterse con su madre, de calificarla, de entrometerse, vamos, y que pasara a una especie de actitud beatífica con la familia y con su juventud. Con su familia y con su propia juventud.

Que la señora Tusquets heredó (o compró, ya no me acuerdo) y dirigió durante cuarenta años una editorial, Lumen, que había sido católica y catolicista, eso lo sabía todo el mundo. Su leve ajuste de cuentas con Paul Preston tampoco deja nada en claro y ese final donde confiesa que “le mandaron” un carnet del PSUC (y que los votó y pagó las cuotas) me parece hasta frívolo. Muchos votamos al PSUC con la conciencia más o menos tranquila aunque no pagáramos ninguna cuota, los “hermanos pequeños” de la señora Tusquets, con bastante entusiasmo pero sin ganas de hacernos perdonar nada. Puestos a contar, y ya que son Ustedes tan amables de escucharme, también me afilié a la Organización Juvenil Española (la O.J.E.), el brazo boy scout de la Falange (aunque íbamos vestidos rigurosamente de Hitlerjugend) a principios de los sesenta y también hicimos la comunión vestidos de vicealmirantes de Armada y no nos enteramos de muchas cosas hasta 1969, más o menos.

Pero no es eso lo que quería contar. Porque me gusta convivir con el pasado, incluso el de los otros, y que la amargura venga coronada con una guinda cubierta de chocolate. ¿Se acuerdan Ustedes de las Frutas de Aragón?.

N.: La flamante ilustración de la Cartilla de Racionamiento en su categoría Individual y con los dos sellos de José Antonio la guardaba desde hace bastante tiempo para una buena ocasión. Pero tal como se están poniendo las cosas he decidido usarla esta noche. No es que tenga nada racionado, ni siquiera espiritual, que ya es decir, pero a lo mejor es que me gusta ir dando suelta a mis fetiches en cuanto empieza a refrescar.

Wednesday, September 10, 2008

MARISQUEIROS DE CARRIL



Prefería no escribir más sobre esto pero, qué quieren que les diga, estoy enganchao al tema, como dice mi vecino quillo.

Todo porque, sin querer, me llegan bastante a menudo noticias de Galicia, que no hablan de vieiras precisamente, y que rebuscando, como le dije a un contertulio en uno de los comentarios, encontré un estupendo artículo de Manuel Gago en su blog, Na busca do ouro salgado: furtivismo nas costas galegas, que me transportó de una vez por todas a alguna de mis rías preferidas y sobre todo a Vilanova da Arousa donde el periodista me presentó, es un decir, a Pantera Rodríguez, el boxeador que trabajó como vigilante en su cofradía de pescadores.

Tremendo artículo que me dejó un olor extraño en este teclado durante un buen rato: a otro salitre, a otro sudor y, a lo mejor, a otras lágrimas.

Porque de eso estamos hechos además de polvo y de ceniza. Cuando llevaba apenas un mes en Galicia (circa 1984), dedicado a menesteres varios, tras una noche de copas en la Compostela más feroz de aquellos años, empezando en el Modus después de cenar para acabar en el Black de madrugada, me llevaron a ver salir el sol en Noia o en Ribeira, ya no me acuerdo, porque a lo mejor, mediterráneo picajoso y algo ebrio, echaba de menos ese salitre y ese sudor de los que hablaba. Nada de lágrimas. Ver salir el sol al revés, por la tierra (aquí nace en el mar), me gustó tanto que lo repetí cuando pude, y durante años, desde el cabo Vilán hasta Samil, porque era como si la noche no se fuera a acabar nunca en el mar. Se iba poquito a poco.

Ahora todo esto, y algunas cosas más, me han quitado de repente la sal y el sudor, con el calor que está haciendo, y me he dejado llevar. Porque no soporto ninguna brutalidad con lo que he querido tanto tiempo. No soporto que me roben el paisaje, no soporto que decidan los otros, no soporto que me engañen.

Ya está visto que el sol, salga por donde salga, no sale para todos.

N.: La foto, muy bonita, la he encontrado en Flickr, se titula así, Marisqueiros de Carril, y su autor es Martin’s.

Tuesday, September 09, 2008

BLOGASTRÓNOMOS


No quería meterme en el asunto de las vieiras de la ría de Ferrol y la presunta implicación de la cocinera Toñi Vicente porque me parece feo de verdad por todas partes y no tengo ni la suficiente información ni el criterio adecuado. Ni aunque lo tuviera.

Pero me permito recomendar que se lea sobre todo (y además) a los blogueros gastronómicos gallegos, sobre todo a Colineta y a Capítulo 0, ambos conocidos periodistas, y esperar a que el Gourmet de provincias vuelva de vacaciones que seguro que tiene mucho que contar. Y no echar más leña al fuego ni intentar apagarlo con gasolina, como dice muy bien Miguel Vila.

Pues eso.

Monday, September 08, 2008

LA GUERRA DE ESTHER TUSQUETS


No debería hacerlo pero no he podido evitar ponerme a hablar del libro Habíamos ganado la guerra, de Esther Tusquets, cuando sólo llevo leídas cuarenta y dos de sus doscientas flamantes páginas. Pero no he podido evitarlo.

Estoy deseando volver a la casa de la Rambla de Catalunya, al estreno del cine Alexandra, a los miedos infantiles, a las visitas de una de sus tías al Cristo de Lepanto para pedir novio y a las tatas sombrías o vocingleras. Y ver cómo iba creciendo la niña Tusquets en un ambiente que me resulta muy próximo, salvada sea la diferencia de edad, aunque tampoco tantísima, y digamos una cierta orientación geográfica y desde luego curricular. Pero ese “Arroz capaz de sanar todos los males, incluidos los del alma”, lo único que era capaz de cocinar su madre (la mía ni eso) y esa ensaladilla rusa que las tatas posteriores servían como homenaje descarado a su pasado comunista (una anécdota que parece inventada), valen un imperio. Y por ese Imperio, ya se sabe, hacia Dios.

N.: La ilustración no corresponde a ninguna imagen de la familia Tusquets. No logro recordar de dónde la he sacado (soy un archivero deplorable, entre otras cosas) pero es fácilmente identificable Carmencita Franco Polo, en el centro, y el busto de escayola de don Miguel de Cervantes, al fondo, aunque desconozco la identidad del niño guardiamarina y de sus amiguitos falangistas.

Friday, September 05, 2008

SOPA DE ALMENDRAS DE LOS ANGELITOS


Hace un rato, cuando todavía confiaba en poder dormir digamos que dentro de un horario civilizado, me he entretenido contándole una intimidad a otro bloguero gastrónomo (gastrólogo, gastrívoco, gastroenloquecido) a propósito de los melocotones con vino que bien visto ahora, en pleno fervor insomnial, no era para tanto. Ni la anécdota ni la intimidad. Pero me he sonreído durante un buen rato lleno de añoranza gastrointestinal y puede que un poco más hacia abajo, donde las convicciones suelen perder su (buen) nombre.

Con la sonrisa puesta me han ido pasando las horas, los suplementos de los periódicos atrasados, un recetario impresionante de una tal Jefferson School impreso en Cali (Colombia) en 1967, para las buenas alumnas que supieran inglés (en Cali, Colombia), una antología de textos de Jesús Aguirre, Duque de Alba, que editó Turner en 1989 (para buenos ex alumnos del colegio del Pilar) y varias delikatessen que suelen rondarme en ocasiones así. Pero no. Ni así.

Y entonces, al empezar un recorrido patoso por las estanterías de esta habitación de izquierda a derecha (¿por qué no cambio nunca el rumbo?) me he dado cuenta de que el refugio de mis pecados, a esta distancia de la cocina (y a estas horas), son los breviarios cociniles que tengo a dos palmos y que me entretienen más porque suelen estar mejor o peor escritos, incluso mal, pero me revuelven, de una vez y en espiral, cabeza y estómago y eso parece que es bueno para conciliar el sueño.

Y ahí estaba (siempre está) don Ignasi Domènech y La teca, libro del que ya hemos hablado otras veces, y su Tercera Parte de postres más bien conocidos (todos son conocidos) pero contados con un candor extraordinario, sobre todo en el epígrafe “La hora del té…” con unos puntos suspensivos que no tienen precio. ¿A que no se atreve el hermano de Ferrán Adrià a titular así un capítulo? ¿A que ni falta que le hace?.

Total que antes del té, a la hora de los postres-postres, don Ignasi nos ofrece esa sopa de almendras tan fácil que lo mejor que tiene es el título. Y si llego a tener almendras me hago una versión exprés, que supongo que saldría bien.

Todo esto para intentar conciliar el sueño (¿por qué no se concilia el sueño conmigo?) y a lo mejor por culpa de la añoranza de unos melocotones. Lo cierto es que con este silencio no hay quien duerma.

N.: La ilustración aparece en la página Boxylucha a la que no he podido acceder en su totalidad al no estar inscrito, sobre todo por carecer de un interés más decidido pos sus contenidos, de indudable valor.