Saturday, October 25, 2008

SINRAZÓN (SIN RAZÓN)



En el suplemento central y diario de La Vanguardia, esas páginas color salmón que titulan Vivir, suelen aparecer pequeñas notas sobre vinos, yantares y restaurantes de moda en una columna llamada, claro está, Gastronomía.

En la de hoy el redactor anónimo escribe una glosa, escueta, sobre el nuevo restaurante de Ramón Freixa, el Avalon, que va a dedicar, como ya lo ha hecho Carles Gaig en su flamante Fonda Gaig y, cuenta el cronista, que lo harán próximamente Fermí Puig y Carlos Abellán, a la cocina tradicional. Esa cocina ofrecerá, lógicamente, platos tradicionales y, sigue diciendo el periodista, a precios razonables. Y me pregunto (tengo varias preguntas), ¿es que siempre la tradición va ligada con la razón o, al menos, con lo razonable?.

2ª pregunta: ¿Es mejor lo razonable que lo irracional, si es que son (fueran, estuvieran, se consideraran) antónimos?.

3ª pregunta: Los precios razonables de la cocina tradicional de los estrellados michelín ¿tienen que ver con la tradición? ¿o quizás con la racionalidad?.

Y así hasta el infinito, dando por descontado que los precios de la cocina de vanguardia son irracionales (lo da el cronista, no yo), que lo razonable puede ser también “mediano”, o “regular”, y que el valor y el precio es lo que suele confundir el necio.

Aún así, no conozco a Ramón Freixa pero sí a Carles Gaig y les puedo asegurar que su razonable, razonado y racional “trinxat” de col y patata con butifarra negra y tocino entreverado es estupendo. Y que a mí, aunque me empeñe, no me sale igual de bueno. Parecido, quizás. Cabal, no hay duda. Pero es que a lo mejor soy un tanto irracional.

N.: La ilustración corresponde a un cuadro atribuido a don Francisco de Goya, que está en el monasterio de Guadalupe y que se suele llamar Locos en el manicomio.

Friday, October 24, 2008

QUINTA PALABRA



Cuando los directivos de la conocida agua Évian le propusieron a Luís Buñuel que rodara una cinta publicitaria para promocionar su producto el cineasta les presentó un breve guión donde aparecería Jesucristo en la cruz pidiendo agua (“tengo sed”) y cómo luego los sayones le ofrecían un vaso de la suya, un vaso de Évian. El proyecto, claro está, nunca se llevó a cabo.

Eso es lo que contó ayer Juan Luís Buñuel en la Seminci, la 53ª Semana de Cine de Valladolid, flanqueado en la rueda de prensa por Carlos Saura y Jean Claude Carrière, “el guionista” de don Luís, para conmemorar con todo ello el 25º aniversario del fallecimiento del autor de Viridiana. Y brindar con agua del Pisuerga, supongo, o con un blanco de Rueda. Por ejemplo.

Sunday, October 19, 2008

SILVA DE VARIA LECCIÓN



Pues sí. La soledad de los domingos por la tarde es una soledad pública, casi tanto como ese silencio del que tanto presumo y que luego resulta que me saca de quicio.

Angelita, la de la foto, seguramente había ido al cine con su novio Julián y se habían comido todo un cartucho de altramuces y no se habían soltado las manos en todo el rato y Julián, locuaz, dicharachero, enamorado, le había susurrado mil cosas al oído.

Para qué seguir si su domingo había sido fantástico, de primero macarrones, luego ternera en salsa (a Angelita le gustaba mucho decir ternera a la jardinera) y de postre natillas. O a lo mejor no. A lo mejor Julián era un malvado que había comido ensaladilla y merluza a la vasca en casa de una viuda ya algo mayor y luego se había ido al cine con Angelita, tan fresco, a susurrarle mentiras (porque Julián olía a puro, a purito, y a Maderas de Oriente aunque su novia no le daba importancia). El domingo que viene, después de misa, voy a espiar a Julián desde detrás de los visillos a ver si entra o no en casa de la viuda. Que en el cine hay programa doble y Angelita, no sé, no se merece eso.

Wednesday, October 15, 2008

MÁXIMA



Hay que beber para recordar y comer para olvidar.

Pepe Carvalho.

Monday, October 13, 2008

M.V.M.


De Negra y Criminal.

L'AMOUR EN WAGON LIT




Dos casualidades lectoras y una conversación familiar nos han devuelto un olor, un color y, tal vez, un deseo. Hace ya rato, con la luna a punto de estallar y el genio, como se solía decir, algo más templado.

Esta tarde, paseando por el pueblo de Anton casi en secreto, hemos hablado de la soledad tremenda de las calles domingueras al calor de la digestión (o en sus ardores, como decía el otro), del olor o quizás de la sensación de asfixia de esa soledad. Unos caracoles perfectos con un alioli que era, como los de Carvalho o los de Biscúter, un bálsamo perfecto para la soledad, una pomada más preventiva que curativa para los males de corazón, han tenido parte de culpa. Y una de las mejores confiterías del Principado cerrada y un tufo a unos churros sin patria (y sin razón) han puesto la guinda. O peor, se la han quitado.

Pero la cosa iba de soledades y de trenes y de amores prometidos y no siempre cumplidos. Miento un poco. Lo del amor lo añado porque sin amor no hay texto y sin texto no hay soledad que aguante. Por lo menos a nuestra edad.

El primero de los textos es la autobiografía de Alberto Oliart, Contra el olvido, que ha leído poca gente por aquí pero que los de Tusquets, no siempre hábiles, siguen reeditando. Oliart habla de la guerra y de la postguerra, crudamente, y de Barral, de Castellet, de Jaime Gil y de parte de mi familia, una parte muy querida y también muy olvidada. De esa parte hemos hablado hoy, y hasta hemos hecho una llamada telefónica en pleno fragor caracolero. Porque era el día del Pilar y los viajes en tren de Alberto Oliart eran idénticos a los nuestros y a los de media España, y porque en el fondo de un pasillo de tren antiguo siempre queda un olor a tortilla. Y a olvido.

La otra lectura ha sido provocada. O sea que he mentido otra vez y no ha sido casual. Pero se me estaba haciendo tarde y no he tenido más que alargar la mano para rescatar de otro olvido la Historia de una taberna de Antonio Díaz Cañabate para meterme de cabeza en un vagón de tercera, que olía más, que olía.

Antes los trenes tenían tres clases, como ahora, pero más explícitas y me parece que hasta más caritativas. Eso de “Club”, “Preferente” y “Turista” me parece más excluyente que la Primera, Segunda y Tercera clase que dejaban las cosas claras. Se pagaba lo que se podía pagar y ahora parece que tengas que pertenecer a algo. En fin. El texto, que a mí me encanta, de Díaz Cañabate, me explica el fondo del asunto, que es a lo que iba: “Las paredes del vagón de tercera van pintadas de color de tortilla; en las tablas queda su grasa, en el aire su aroma y debajo de los asientos el papel que las envolvió, semilla de las tortillas, cosecha ubérrima del vagón de tercera.”

Esta tarde, a pesar de los caracoles o, fíjate, a lo mejor por su culpa, las paredes de la memoria han vuelto pintadas de color de tortilla, quizás para cosechar lo que nos queda por escribir. O para olvidarnos para siempre. ¡Vete a saber!.